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“...de la faz de la tie-
rra. Esa misma existencia que
nuestros antepasados crearon
y desarrollaron durante dece-
nas de generaciones con su
sudor y fuerza y con su
invencible tenacidad judia.
Temblamot cuando las Ahen-
c'ias Telegraficas nos traen no-
ticias de millones de nuestros
martires que exhalaron su al-
ma Santa baio una crueldad
indcscriptible y nos oprime el
corazn cuando pensamos:
^Qu pas a nuestros parien-
tes y a nuestros queridos ami-
gos? Interrogante terrible que
impone tanto al individuo co
mo a la colectividad, a todas
las instituciones judias del
continente americano, grandes
e ineludibles tareas y deberes.
Tenemos que ayudar a
salvar lo que todavia se
puede salvar y redoblar
nuestros esfuerzos para
crear vida judia donde se
encuentren judios.
Cuando las grandes y nume-
rosas comunidades de Europa
quedaron arrurnadas y desvas
tadas, aquellas que pudieron
salvarse, ya no son solamcnte,
por mas pequenas que sean,
una piedra mas en el gran mo-
saico del judaismo, sino que
constituyen...”
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