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“...s me inducian
a sonreir, pero despus pensaba:
quin sabe qu epitaflo sera el rai'o!
y mi sonrisa en breve se apagaba.
Absorto asi' en sombn'os pensamientos,
llegu, sin advertirla hasta ese instante,
junto a una nina, que, en el suelo hincada,
cubrla con las manos el semblante.
Pens alejarme; pero alz la joven,
al ruido de mis pasos, la cabeza ....
iQu rostro aqul, Dios mlo! y crao pude
no ver grabada en l honda tristeza!
Sin duda fue porque el fulgor bermejo
del postrer rayo en esa faz cala,
pintando alegre y voluptuosamente
hojas de rosas en la nieve frla.
Sent! un primer febricitante impulse;
mas pronto huy del firmamento vasto
el rosicler crepuscular, y extinto
qued tambin el pensamiento incasto.
Entonces vl la palidez profunda
de aquella faz, muy bella todavla,
pero que ya no hablaba a los sentidos,
que no entienden la voz de la agonia.
Ella crey, que me obstruia el paso,
se puso en pi, y con voz casi apagada,
as! me dijo. ^Viene usted sin duda
a rezar en la tumba de su amada?
Norespond...”
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